
Extrañaré mi discografía de Los Planetas (oh sorpresa), a Dinosaur Jr, J Mascis y su pelo que da miedo, las melodías vibradoras de El Otro Yo, las ganas de escapar del país de Camera Obscura, el now-that-I'm-so-sad-and-not-quite-right-I-could-dance-all-night de los Clap your hands say yeah, las borracheras de los Happy Mondays, al guapo de Ian Curtis, a sus amigos de New Order, a los Triángulos de Amores Bizarros y los Columpios Asesinos, a los gigante que vivirán siempre con Electro-Z, a los adorables Stone Roses, las letras de Morrisey, a los Pixies!, a David, a David, a David, Ziggy, al Major Tom, a mi recién conocido Neil Young, los instrumentos raros de los Arcade Fire, las otras 1000 bandas canadienses que me gustan, a Sebadoh y el bajista rechazado, a Neutral Milk Hotel, a Sonic Youth, a Pavement, a la nadadora que bordeará en equilibrio toda la piscina por amor. Extrañaré hasta a Iggy Pop. ¿Y las películas de Kusturica, Jorodwsky, Lynch que no encontraré jamás en este rincón del tercer mundo ?, ¿mis cuentos, canciones, trabajos….? Me da pereza recordar tanto.
Tal vez en el fondo quise desaparecer todo esto hace mucho, pero tenía miedo. Era esa estúpida sensación algún-día-me-servirá-esto-para-algo. Es bueno, de vez en cuando, liberarse de todo y empezar de nuevo. Aunque solo sea un disco duro.
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Justamente hoy que no tenía muchas ganas de conversar, fui al cine a ver Campos de Esperanza (otra genialidad hispana: el título original sería algo así como “Sin destino” o algo menos esperanzador) y ha merecido la pena. ¿Qué puedo decir? Esperaba con todo el masoquismo del mundo una Lista de Schindler 2, sin embargo, esta vez Dios se apiadó de los judíos y les permitió una película exenta de patetismo y sensiblería.

En resumen György, el joven protagonista, recorre los infernales campos de concentración hasta perderlo todo, y es en ese instante de pérdida y liberación total, en el que logra vislumbrar que el infierno no existe (al menos no en el tierra) y encontrar algo parecido a la felicidad. El György que regresa a casa luego de la guerra es una persona distinta. En apariencia, el sufrimiento lo ha vuelto un hombre insensible: simplemente ya no puede seguir prendado de las mismas tonterías que el resto. Los hombres no soportan la felicidad por mucho tiempo, dijo Octavio Paz en algún lugar (supongo que no en un poema, pues no leo poesía. No sé por qué), y creo que tiene razón. Los que permanecieron en casa durante la guerra, disfrutando de un relativo bienestar, no tienen ni idea del estancamiento en el que cayeron en contraste con los “concentrados”; György, por el contrario, tuvo que dejar atrás mucho, liberarse de ataduras que forman parte de nuestra vida pero que en realidad no necesitamos. Supongo que es la única forma de avanzar (¿hacia donde?). En este momento pienso en mi disco duro. Mierda.