jueves, 10 de enero de 2008

El susurro de la mujer ballena

Tanto se ha hablado de la voz femenina que adopta Alonso Cueto en su última novela que no tengo mucho más que decir al respecto. El narrador es Verónica Rossel, una mujer que relata el intempestivo retorno en su vida, tras 25 años, de una ex compañera de escuela extremadamente obesa con quien compartió una amistad secreta. Si bien la protagonista cumple los roles formales de mujer (coqueta, madre, sensible), me parece un poco injusto pensar que el personaje no haya podido ser varón. Tal vez la llamada “voz femenina” sea más precisa si tenemos en cuenta que la feminidad está presente tanto en hombres como en mujeres, y en estas últimas, a veces, en menor proporción.

Rebeca (la mujer ballena) retorna con un pasado oscuro que Verónica trató siempre de olvidar, un pasado lleno de reproches y pecados. El pecado de omisión, tal vez el gran pecado del mundo; todas esas cosas que dejamos de hacer aun sabiendo que nos arrepentiremos luego. Pudo ser miedo o vergüenza lo que impidió a Verónica defender a Rebeca de las burlas de sus compañeros, o tal vez algún tipo de masoquismo humano que nos lleva a dañar especialmente a las personas que más queremos. Y es ese insignificante no hacer de Verónica uno de los factores que han convertido a Rebeca en un ser indeseable. La protagonista es su antítesis. Verónica es una mujer de nuestros tiempos, tiene todo lo que necesita para llevar una existencia placentera: belleza, un trabajo interesante y bien remunerado, familia completa y un amante magnífico (¿?). Sin embargo, detrás de todas esas cosas que, a falta de mejor palabra, llamaré apariencias, Verónica sabe que algo muy importante está ausente en su vida. Rebeca es una versión un poco más retrograda: no tiene nada y siente que el mundo ha sido injusto con ella. Casi como un izquierdista setentero.



Es una historia triste. Cada vez que Verónica cree haber encontrado un refugio contra su soledad, debe abrir los ojos y comprobar que todo fue un espejismo. Solo quedará la ilusión idílica por un pasado que ya no podremos modificar y la fatalidad de saber que la única persona a la que realmente podemos entregarnos es un ser condenado a la ignominia al que no supimos ayudar cuando más lo necesitaba.

Seguramente Cueto experimentó con productos para mujer, algo así como Mel Gibson en What Women Want, pues hasta quiso hablar como ellas. Por momentos los diálogos me resultan un poco empalagosos pues son casi una copia fotográfica del habla limeña, con muletillas y todo. Y, ¿por qué diablos mencionan a Daddy Yanqui y al Winning Eleven?

2 comentarios:

Colifloressecas dijo...

"Casi como un izquierdista setentero"

Probablemente la mejor frase que has escrito

Jota dijo...

;D